Os conté que en Semana Santa había aprovechado para escaparme unos días a Extremadura. Me encanta descubrir sitios nuevos y nunca había estado allí, así que el plan era perfecto y conseguimos cuadrar agendas.
Dividimos el viaje en dos partes y hoy os traigo la primera de ellas: Mérida, una ciudad mágica. Apenas teníamos 24 horas para recorrerla y disfrutarla así que exprimimos el tiempo al máximo. Tanto que a veces parecía más que estábamos superando alguna etapa de Pekín Express que de vacaciones. Poco tiempo, pero muchas ganas.
El primer día visitamos: el Acueducto de los Milagros, el Alcázar, la Alcazaba, el Arco de Trajano, el Templo de Diana, y realizamos la visita nocturna al Teatro y el Anfiteatro.
A la mañana siguiente, madrugamos para disfrutar de nuevo del Teatro y el Anfiteatro, esta vez a plena luz del día, y visitamos también la Casa de Mitreo, los Columbarios, el Circo, y la Basílica y la Cripta de Santa Eulalia.
El conjunto arqueológico que forman el Teatro y el Anfiteatro es realmente espectacular por lo que es y por lo que fue. No es difícil sentarse en sus gradas, cerrar los ojos y viajar hacia atrás en el tiempo a una ciudad fundada por orden de Augusto para el retiro de los soldados eméritos. De ahí su nombre: Augusta Emerita.
Me cuesta mucho explicar las sensaciones que tuve al entrar al Teatro Romano porque me impresionó muchísimo. Es un lugar precioso, mágico. Me senté en la grada a contemplarlo durante un buen rato y me hubiese quedado más tiempo aún si no fuésemos a contrarreloj.
Sobra decir que nos fuimos de Mérida rendidos. No tenemos claro si esa noche dormimos o caímos en la cama inconscientes porque hacía tiempo que no estaba tan agotada. Y menos mal que había aprovechado para probar las migas extremeñas y reponer fuerzas, porque aún nos esperaba la segunda parte del viaje.
Me quedo con muchísimas ganas de volver para el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida. Eso sí que tiene que ser mágico.
¡Disfrutad del fin de semana! :)