Cierro este pequeño viaje (podéis ver los dos capítulos anteriores aquí y aquí) con un paseo al atardecer hasta el Mirador del Castillo, situado sobre una gran roca que separa las dos playas de Benidorm.
Justo ahí se asentaba la fortaleza que servía de defensa ante las incursiones de piratas argelinos y berberiscos, en los siglos XIV, XV y XVI. Posteriormente el Castillo fue abandonado, quedando en la actualidad sólo algunos restos de las murallas, que yacen sobre las rocas del mirador, conocido también como Balcón del Mediterráneo.
Justo al caer la tarde, con esa luz que solo te da el atardecer, y mucha menos gente que en otros momentos del día, es el mejor momento para disfrutar del recorrido y las vistas.
Con L’Illa siempre presente como os decía aquí, subimos por las calles empedradas hasta el Mirador, siempre lleno de gente disfrutando del atardecer, de los músicos callejeros que siempre encontramos y de las vistas de la ciudad.
Hay días en los que sin saber muy bien cómo, sales a pasear, empiezas a callejear, y sin darte cuenta terminas una vez más en el mirador. Este lugar atrae a los visitantes una y otra vez día tras día, os lo aseguro.
Es el mejor lugar para observar a la perfección ambas playas, incluída Playa Pequeña, una cala chiquitita pegada al puerto deportivo. Y desde luego es el mejor lugar para ver ponerse el sol sobre su skyline.
No prometo que sea la última vez que os hable de la ciudad, pero si doy por cerrado este capítulo. Espero que sea de ayuda si alguien no la conoce y tiene previsto visitarla, y también espero haber ofrecido una visión distinta a los que ya la conocéis.
Pronto os enseñaré algunas localidades cercanas que merece mucho la pena visitar si estáis por allí, como Guadalest, Polop o Villajoyosa.